Es lunes por la mañana, tu alarma suena a las 7:10 am, tienes exactamente veinte minutos para desayunar, veinte minutos para arreglarte y salir a tomar la ruta que te llevará a la oficina.

Llegas, te sirves café, y tu jornada laboral inicia. Ocho horas y un dolor de cabeza después, te diriges a tu casa para continuar con tu rutina. Una, y otra, y otra, y otra vez.

Y así te pierdes entre los días, semanas o meses en donde toda tu vida parece una película monocromática.

Un día te despiertas, miras a la pared, y después de unos minutos salen de tu boca y estas palabras: no sé qué estoy haciendo con mi vida.

Y en ese momento te das cuenta de que has olvidado tu objetivo, tu motivación y el por qué haces lo qué haces.

A veces nos perdemos en la rutina, olvidamos quienes somos y vagamos en modo automático. Con el pretexto de “hacer que todo fluya” nos dejamos llevar y olvidamos poco a poco nuestro plan de vida.

En estos momentos es cuando debes de recordar cuál es tu objetivo principal, ¿Qué es lo que estás persiguiendo?

Toda tu estrategia debe ir concentrada en tu propósito. Y claro, disfrutar el camino que te llevará a él.

Si aún te sientes en el limbo y no sabes cómo alcanzar tus objetivos, recuerda que cada cabeza es un mundo, y aquí te dejo algunos tips que puedes llevar a la práctica para que el camino sea más ameno:

• Comienza con un objetivo real y específico 
• Crea hábitos para alcanzar tu objetivo. Recuerda no apresurar tu proceso.
• Repite todos los días tu meta hasta lograrla (aunque parezcas loco hablando en voz alta).
• Olvídate de complacer a otras personas y marca tu límite. Aunque no lo creas, eso te ayudará a seguir tu camino con mayor convicción.
• Los errores no te definen. Se vale equivocarte, de hecho es muy sano. Sigue tus convicciones sin temor a perder el juego.

El que no arriesga no gana. Sal de esa rutina y empieza a vivir tu vida.